El Premio Nóbel alemán publica, en castellano y catalán, su última obra, "Die Box", una tertulia filial que pretende completar su autobiografía desde los sesenta a los noventa
Tomado de La Vanguardia
A sus 81 años, Günter Grass nos regala un nuevo relato. "Die Box", La caja, se llama ("La Caixa dels desitjos", en catalán). Se presenta como una especie de segunda parte de su autobiografía, iniciada en 2006 con "Beim Häuten der Zwiebel" (Pelando la cebolla). Si aquella cebolla nos dejaba en 1956, cuando el escritor publicaba su "Tambor de hojalata", Die Box parte de aquella época y continúa. Consiste en lo siguiente:
"Había una vez un padre que al ver que ya era un viejo convocó a sus hijos e hijas –cuatro, cinco, seis, ocho, eran- hasta que, después de muchas vacilaciones, le hicieron caso." El libro trata de esto. Grass sienta a sus hijos, resultado de cuatro matrimonios, en una mesa, en diversas sesiones, les pone una grabadora para que hablen de su vida-infancia (las diferencias de edad entre ellos son importantes) y él se va. Pero es el centro. Lo que resulta es un relato, en el que el padre pretende verse a si mismo a partir de los testimonios de sus hijos. Hijos "desestructurados", que han vivido separados, con continuos cambios de casas, a merced del patriarca egoísta.
"Había una vez un padre que al ver que ya era un viejo convocó a sus hijos e hijas –cuatro, cinco, seis, ocho, eran- hasta que, después de muchas vacilaciones, le hicieron caso." El libro trata de esto. Grass sienta a sus hijos, resultado de cuatro matrimonios, en una mesa, en diversas sesiones, les pone una grabadora para que hablen de su vida-infancia (las diferencias de edad entre ellos son importantes) y él se va. Pero es el centro. Lo que resulta es un relato, en el que el padre pretende verse a si mismo a partir de los testimonios de sus hijos. Hijos "desestructurados", que han vivido separados, con continuos cambios de casas, a merced del patriarca egoísta.
Grass, que lleva años instalado en la autobiografía, sin escribir unas verdaderas memorias sino una mezcla de recuerdos y creación literaria con elementos de ficción, ofrece en Die Box una nueva entrega de eso. No hay en ella un fresco de la vida alemana "entre los sesenta y los noventa", como se ha dicho. Las referencias al exterior, son meras pinceladas y no alcanzan ni de lejos. Tampoco hay un diálogo entre hermanos con un hilo argumental que sostenga un sólido retrato íntimo. Lo que hay es una especie de "periodismo familiar", una anárquica tertulia de los hijos sostenida por las fotos de un personaje ausente que representa la única continuidad familiar y nexo de unión del grupo, la Señora Maria (Marienchen), que no se sabe de donde sale y se mantiene en una nebulosa para abonar el componente pretendidamente "mágico" de la narración. La Señora Maria es la fotógrafa Maria Rama, fallecida en 1997, que vivió gran parte de su vida en las diversas casas del escritor y, quizá, fue su amante en algún momento, como sospechan los hijos.
La prosa es pesadota: "En la feria había hasta unas sillas voladoras del año de la quica... Si, porque no viniste nunca de visita... Porque... Entonces podrías haber subido diez veces seguidas con tu papa... Porque yo... Y seguro que nuestra Marienchen, con su caja, os habría fotografiado a los dos..."
Sin duda hay algo de talento en conseguir que éste tipo de prosa no se haga del todo insoportable a lo largo de casi doscientas páginas, pero ¿qué más?.
"Es escritura autobiográfica, pero a mi manera, contando historias", explicó el Premio Nóbel en una entrevista de prensa el pasado octubre. "Estaba interesado en cómo mis hijos veían a su padre, con aquella máquina de escribir Olivetti pasada de moda, continuo escribiendo en ella, ¿sabe?, tengo cuatro, reuní a todos mis hijos y ellos hablan de aquella época en relación conmigo".
La obra de Grass ha practicado el "Vergangenheitsbewältigung", el deporte intelectual alemán consistente en machacarse mentalmente con el pasado, y esta obra tiene algo de versión familiar de eso. En agosto de 2006, Grass se convirtió en el símbolo de la ambigüedad de ese deporte nacional cuando, tras décadas practicando su papel de conciencia viva de la nación y martillo de su pasado, confesó, el angelito, que a sus tiernos 17 años había sido miembro de las Waffen-SS.
"Después de sesenta años, ésta confesión llega un poco tarde, no puedo entender cómo alguien que durante décadas se presentó como autoridad moral, y de forma petulante, haya podido sacarse esto de encima", comentó el biógrafo de Hitler, Joachim Fest. Quizá el "Vergangenheitsbewältigung" consista precisamente en esto.
El diario Frankfuerter Allgemeine Zeitung, ha dicho de "Die Box" que es un libro, "sin propósito ni misión" que no puede ser utilizado como medio de transporte de un mensaje. La pregunta, entonces, es ¿qué es?. Y el momento estelar del libro no es alemán. Es la frase que la nuera mexicana del autor dedica a todo el asunto, esa tertulia filial, descrito por la mujer como, "una mesa muy alemana"; "no juzguéis a vuestro padre y alegraros de que aun esté vivo", dice.
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