El mapa del tesoro condujo al sótano. Por años fue ese espacio olvidado el que resguardó unas treinta carpetas con 1992 sobres, varios de ellos integrados por más de un documento. Hablamos, de más de 2000 manuscritos originales con firmas como Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Mansilla, Lugones, Carriego, Güiraldes, Ibarbourou, Hernández, Unamuno, Arlt, Girondo, y más.
Tomado de Clarín
Cuarenta hojas en letra manuscrita guardan las huellas de los primeros ensayos de Almafuerte, al escribir el poema "El misionero". Fechado en 1903, el poema es el mismo que más tarde, el pequeño Jorge Luis Borges le escuchará recitar a Evaristo Carriego y entenderá la emoción de la poesía. "Decía Borges que, aunque no entendió una palabra del poema, pudo sentir la emoción de la poesía y fue entonces que decidió ser poeta", recuerda ahora Alejandro Vaccaro mientras sostiene aquellos folios del poema original.
Esos papeles, que guardan la letra de Almafuerte, su gesto, sus giros, estuvieron durante años, largos años, en una carpeta archivo, en el sótano de la Sade (Sociedad Argentina de Escritores), sin que nadie supiera de ella. Claro que en el mismo sótano había otras tantas carpetas, con otros muchos manuscritos, cartas, borradores, poemas, apuntes y notas de cuantas grandes firmas ha tenido la literatura argentina.
Allí, en la sala Leopoldo Marechal del edificio de la calle Uruguay de la Sade, su presidente, Vaccaro, recorre de una en una más de treinta carpetas archivo y va sacando papeles o más bien tesoros. Salen cartas, una enviada desde Montevideo y firmada por Esteban Echeverría en 1845; sale además un manuscrito de Rubén Darío con el borrador, tachonado y corregido de "La marcha triunfal", fechada en 1895; aparece una esquela de agradecimiento de Marcelo T. de Alvear, fechada en 1924; y también una carta de 1864 que José Hernández envió a su mujer bajo el encabezado de "Chinita querida", carta que cierra con la firma "Tu compañero Hernández"; hay además una serie de cartas de Domingo Faustino Sarmiento escritas en Nueva York en 1866, alguna de ellas en inglés; y un poema de Horacio Quiroga, en su propia caligrafía.
"Este bien podría ser uno de los descubrimientos más grandes de los últimos años, en lo que respecta a originales de materiales literarios", comentó Vaccaro. La pregunta, entonces, sería ¿cómo fue dicho hallazgo?, pero también ¿cómo es que nadie sabía de estos valiosos documentos?
El hallazgo fue el pasado viernes 25 de septiembre, según cuenta Vaccaro -que asumió la presidencia de la Sade en diciembre de 2008- en plan de limpieza en "ese lugar lleno de porquerías, libros tirados, papeles, mugre". Fue entonces que encontraron una serie de carpetas de lomos negros alineadas. "No sabíamos que tenían, pensé que habría documentación antigua, recibos, cosas sin importancia y dije: 'esto hay que tirarlo', pero al abrirlas me encontramos un material increíble", comentó.
Registros de la existencia de ese material no había. "En alguna oportunidad escuché que la Sade tenía un museo con materiales de este tipo, pero nunca tuve ninguna precisión". Tal vez ese silencio en el que todos aquellos originales, producto de donaciones particulares, permanecieron durante largos años, fue lo que los salvó de los saqueos, ya que como cuenta Vaccaro, "es bien sabido que han sido robados gran parte de los materiales más valioso con los que la Sade contaba".
Ahora, bromea el presidente, "hay que hacer una nota de agradecimiento a las ratas, que han tenido la deferencia de no comerse estos valiosísimos papeles".
Hasta allí la abreviada historia de un hallazgo. Ahora deberá dedicarse un largo tiempo al estudio de cada uno de los documentos, y además, decidir qué se hace, luego, con ellos. Una posibilidad que barajó Vaccaro es prestarlo para que componga el patrimonio del, por ahora en proyecto, Gran Museo de la Literatura, que funcionaría en un edificio adjunto a la Biblioteca Nacional. "Claro que no vamos a desprendernos de este material pero sí considero que de hacerse efectivo ese proyecto, sería el lugar indicado para exhibirlo".
Con letra inquieta, temblorosa, imprecisa, Alfonsina Storni escribe una carta muy corta, acaso una de las últimas, a su amigo y maestro, el novelista Manuel Gálvez. Con tinta clara, encabeza la esquela afirmando "Estoy muy mal", y pocas líneas más abajo concluye con un "Gracias, adiós. No me olviden", poco antes de un final abrupto: "No puedo seguir escribiendo". Su letra parece tener la facultad de decir más del estado de la poeta que sus propias palabras. Revuelta en un papel amarillento que conserva los surcos de los pliegues en los que la dobló y envió, la letra desnuda sin remedio la angustia de Alfonsina y, claro, conmueve.Alfonsina Storni murió en Mar del Plata la madrugada del 25 de octubre de 1938. Había llegada a la ciudad costera dos días antes. La leyenda cuenta que la poeta se internó en el mar, se alejó, se fue. En la mañana del 25 su cuerpo fue encontrado en la playa. Esa misma tarde los diarios dieron la noticia: "Ha muerto trágicamente Alfonsina Storni, gran poetisa de América".Manuel Galvez, asistió a su entierro, junto a otros tantos escritores y artistas como Ricardo Rojas, Enrique Banchs, Arturo Capdevila, Baldomero Fernández Moreno, Oliverio Girondo, Eduardo Mallea y Leopoldo Marechal, La poeta había sido una de las fundadoras de la Sociedad Argentina de Escritores, la misma en la que ahora apareció su carta. Y apareció además un manuscrito del poema "Barrancas del Plata en Colonia" que había escrito a principios de 1938, en Colonia, Uruguay. "Redobles verdes de tambor los sapos/ y altos los candelabros mortecinos/ de los cardos me escoltan/ con el agua que un sol esmerilado carga al hombro", dicen los primeros versos de ese poema que la misma Alfonsina, contó poco después, escribió "la tarde de llegada a esa tierra amiga". "Corrí a mi alojamiento buscando un lápiz, el viento me llevó el sombrero, cuando subí a la terraza donde daba mi habitación cielo y río eran un desborde dorado", explicó en una lectura posterior del poema, que en el manuscrito escribe con letra redonda y clara.Tras años de silencio y oscuridad, Alfonsina Storni vuelve a asomarse viva, inquieta, dolida tras esa carta, a un costado de su poesía, entre los papeles hallados en el sótano de la "Casa Leopoldo Lugones" de la Sade. Papeles que revelarán todo su valor tras un estudio exhaustivo.
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