viernes, 4 de septiembre de 2009

Agatha Christie en la escena del crimen


Tomado de ABC
Greenway, la casa de vacaciones de Agatha Christie, es un idílico lugar en el condado de Devon, a orillas del río Dart, rodeado de jardines y bosques, en el que cuesta creer que alguna mente haya podido entretenerse en idear crímenes. «Es el sitio más maravilloso del mundo», decía la gran dama de las historias de detectives. Pero es que Christie, con su aspecto de matrona tranquila y delicada, tampoco era el tipo de persona que se diría propicio para la novela negra.

Greenway fue lugar de inspiración para la escritora. Aquí se le ocurrieron argumentos, cinceló los perfiles de Miss Marple y Hercules Poirot, sus dos grandes personajes, e imaginó un sinfín de situaciones y giros finales para sus misterios. Incluso aquí ambientó «El templete de Nasse-House», otra de las historias del detective belga de afilados mostachos y que fue adaptada para el cine, con el clásico Peter Ustinov.

En esta mansión de campo, que Agatha Christie (1890-1976) y su segundo marido, el arquélogo Max Mallowan, adquirieron en 1938, no se escribió ningún crimen, pero sí muchas notas en los cuadernos que la escritora siempre llevaba consigo. Como anfitriona, amenizaba las veladas leyendo a sus invitados capítulos del último de sus manuscritos; los huéspedes debían adivinar quién era el asesino, aunque en ocasiones el marido reventaba el suspense.

Tras dos años de trabajos, que han devuelto a la casa toda su aspecto de los años 50, con mobiliario y multitud de objetos coleccionados por Agatha Christie, el patrimonio nacional inglés ha abierto Greenway al público como museo de la autora de tantos grandes éxitos como «Muerte en la vicaría», «Asesinato en el Orient Express» y «Diez negritos».

Christie veraneó cada año en Greenway hasta 1959, luego la casa pasó a su hija y después a su nieto. La familia la donó al Estado a cambio de que se cuide todo ese legado.

Dos historias inéditas
Precisamente en los trabajos de rehabilitación del edificio, cuando se arreglaba el desván, aparecieron dos historias cortas inéditas. Una de ellas había servido como base para la novela «El testigo mudo», de 1937, la otra no llegó a completar la colección de últimos casos de Poirot, «Los trabajos de Hércules», después de que ya una primera publicación fuera desechada en 1939 porque su personaje nazi se parecía demasiado a Hitler. Ahora van a ser editadas dentro del voluminoso estudio «Agatha Christie's Secret Notebooks», un completo trabajo sobre los 73 libros de anotaciones utilizados por la escritora en su creación literaria.

A Greenway normalmente se llega en ferry, bien desde Torquay, localidad natal de Christie y donde residía durante el año, cuando no estaba en Londres, o bien desde Dartmouth, que queda más cerca. El sitio da para paseos por la finca de 112 hectáreas y sus alrededores, de forma que se pueden emplear unos días alojados en la propia casa (hay espacio para un grupo de once personas) o bien en un «cottage» de la finca (tres plazas). En la preparación del desembarco de Normandía, la residencia fue requerida para oficiales estadounidenses que ultimaban la intendencia del Día D. Un teniente con aspiraciones artísticas aprovechó la estancia para decorar la biblioteca de la casa con un friso de tonos azules con escenas bélicas y algún desnudo femenino.

Más de 90 libros
Esa biblioteca remite especialmente a Christie, a quien en una fotografía se la ve andando en la habitación leyendo un libro, una de las no muchas imágenes domésticas que permitió tomar. Los estantes contienen las obras completas de la antigua dueña de la casa, en divesas ediciones, entre ellas «Un cadáver en la biblioteca».

Christie llegó a escribir más de noventa libros, de los que se han vendido unos 4.000 millones de ejemplares en todo el mundo. Una cifra, según les gusta decir a los ingleses, sólo superada por Shakespeare y Dios (la Biblia). De los títulos se han realizado más de treinta películas, y su obra de teatro «La ratonera», estrenada en 1953, ha superado las 23.000 representaciones.

También está estrechamente ligada a Christie la sala de estar, a cuyo piano gustaba sentarse si no tenía auditorio, y su dormitorio, con estupendas vistas sobre el río Dart. Repartidas por las estancias, además, hay muchos objetos relacionados con sus novelas. Está, por ejemplo, el cofre que inspecciona Poirot en «El misterio del cofre de Bagdad», y el payaso Pierrot de porcelana que aparece en «El enigmático señor Quin».

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