Janet Malcolm publica 'Dos vidas', ensayo sobre la relación entre Gertrude Stein y Alice Toklas en la Francia ocupada
Tomado de público.es
Janet Malcolm (Praga, 1934) empezó escribiendo un artículo sobre cocina francesa para The New Yorker y acabó contando la vida de la escritora Gertrude Stein y de su compañera sentimental de cuatro décadas, Alice Toklas, en la Francia ocupada. Y tiene su lógica. A mediados de los cincuenta, Toklas publicó un libro que introdujo las sutilezas gastronómicas galas a los paladares uniformemente conservadores de la América de Einsenhower.
"Se convirtió en una obra de culto para la gente de mi generación", cuenta Malcolm en su apartamento de Nueva York al rememorar el inicio de su idea. "Podíamos comer platos franceses hechos por nosotros mismos. Y Toklas, además, añadía muchos detalles autobiográficos. Cuando volví a leer el capítulo sobre la comida durante la ocupación, me entró la curiosidad. Curiosidad por saber cómo habían sobrevivido en aquella época", explica.
Cómo, se preguntó, una pareja de lesbianas judías americanas, tan atípicas en todo, había podido escapar de las deportaciones y el horror, en un pueblecito de la campiña francesa, a tres horas en coche de Vichy, sede del Gobierno del mariscal Pétain, sin esconderse de nadie (figuraban en el listín telefónico) durante los años de la guerra.
Del inesperado rodeo, del sabor a la historia, sale Dos Vidas (Lumen), "como todos mis libros", reconoce Malcolm, "una mezcla de periodismo, crítica literaria y biografía", un viaje por la figura y obra de Stein y sobre todo tema que la autora ya abordó en sus libros sobre Chejov y la poetisa Sylvia Plath una reflexión sobre cómo se crean el recuerdo y la memoria, y cómo se consolidan la vida y el legado de una figura literaria en el género de la biografía académica.
La paradoja biográfica
En el caso de Stein el reto era doble porque la escritora empezó a crear en vida su propia imagen, primero en forma de parodia, al asumir la identidad de su pareja en The Autobiography of Alice B.Toklas y luego en primera persona en Everybodys Autobiography. Stein ha quedado sobre todo inmortalizada en el retrato que le hizo Picasso en los años veinte, oronda, matriarcal, imponente, severa, mecenas de los pintores de Montparnasse.
"De alguna forma Dos vidas es la continuación del libro que escribí sobre Plath, cuando empecé a interesarme sobre los problemas, dilemas y paradojas de las biografías y fui muy crítica sobre el género", explica Malcolm. "Mi paradoja personal es que sigo escribiendo biografías. Pero me parece una forma muy problemática de intentar contar la vida de una persona", añade.
O como dice en Dos vidas, "el deseo arrogante de imponer una narrativa en los trozos y pedazos de una vida que encalló en la orilla de la investigación biográfica" más aún si "la inestabilidad del conocimiento humano es una de nuestras escasas certidumbres" porque "cada cosa que sabemos es cuando menos incompleta. Y casi nada de lo que nos dicen permanece después de haber sido contado de nuevo".
En otras palabras, Malcolm intenta entender cómo el tejido insustancial de lo que le ocurre a Stein queda embalsamado en una historia rígida que, en su anhelo por resolver y encasillar las inconsistencias diarias, acaba contando algo totalmente distinto de lo que pretendía narrar.
En su búsqueda, la autora se encuentra con personajes atípicos, estudiosos como Ulla Dydo, que ha pasado 20 años descifrando la prosa críptica de Stein, o Leon Katz, que se convirtió en el confidente de Toklas tras la muerte de Stein en 1946 y que sigue sin publicar, medio siglo más tarde, ante la indignación de los especialistas, las notas de susentrevistas.
Malcolm también se topa con la figura de Bernard Faÿ, un amigo devoto de la pareja durante sus tiempos en París, que luego se convirtió en un colaboracionista de alto rango. Gracias a su acceso a Pétain, consiguió que nadie molestara o se interesara por las dos mujeres, pese al sorprendente celo antisemita de las autoridades de Vichy. Faÿ, que fue detenido y encarcelado tras la liberación, consiguió escaparse años más tarde, gracias en parte a la ayuda de Toklas, que siempre le agradeció su protección.
Stein, que procedía de una familia judía acomodada, como su compañera sentimental, nunca tuvo en cuenta sus orígenes y fue bastante más conservadora que su prosa. Respaldó a Franco en la guerra civil y en el pueblecito de Belley, donde pasó gran parte de la guerra, hizo amistad con miembros de la ultraderecha francesa. Lo que explica sin duda en parte su supervivencia.
Aquí, Malcolm introduce pistas más que respuestas definitivas: "Pasaban ahí todos sus veranos, las conocían y las querían. Todo el mundo sabía que eran judías y quienes eran. No sé si sabían que eran lesbianas, eran muy discretas, parecía que Toklas era su secretaria personal. También eran estadounidenses. Hubo otros judíos de allí que sobrevivieron: no entraban en la misma categoría que los judíos franceses o los europeos. A lo mejor simplemente tuvieron suerte", zanja Malcolm.
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