La viuda y un estudioso del autor descubren en una cómoda familiar cientos de páginas de inéditos - El material, que completaría su obra, se publicará en mayo
CARLES GELI - Barcelona - 05/02/2009 (Diario El País)
Cuando fallece un escritor, tarde o temprano acaba saliendo una cómoda de alguna parte. La de Julio Cortázar (1914-1984) estaba tan llena de papeles que sus cinco cajones no se podían ni abrir. A duras penas lograron hacerlo, el 23 de diciembre de 2006, Aurora Bernárdez, viuda, albacea y heredera universal del autor argentino de 86 años, y Carles Álvarez, estudioso y loco cortazariano encantado con esa sorpresa.
Cuando fallece un escritor, tarde o temprano acaba saliendo una cómoda de alguna parte. La de Julio Cortázar (1914-1984) estaba tan llena de papeles que sus cinco cajones no se podían ni abrir. A duras penas lograron hacerlo, el 23 de diciembre de 2006, Aurora Bernárdez, viuda, albacea y heredera universal del autor argentino de 86 años, y Carles Álvarez, estudioso y loco cortazariano encantado con esa sorpresa.
Huelga decir que Álvarez dejó su trabajo en la Administración y se dedicó a ordenar los materiales, en estrecha colaboración con la viuda. Necesitó un año para hacer un inventario de 100 folios que reseñaban unos 750 objetos. "En los tres primeros meses salía a un inédito por día", dice Álvarez aún con incredulidad. El resultado será, en mayo, un libro impagable y de inevitable título, Papeles inesperados, que editará Alfaguara y cuyas credenciales son un festín de auténtico cronopio: 11 relatos nunca incluidos en obra alguna, un capítulo inédito de Libro de Manuel, 11 nuevos episodios del personaje que protagonizó Un tal Lucas, cuatro autoentrevistas, 13 poemas inéditos... En total, un volumen de unas 450 páginas, muchísimas inéditas. El mejor homenaje al autor a los 25 años de su muerte, que se cumplen el próximo jueves.
Sorprende que conservara estos papeles alguien que nunca les dio valor, hasta el extremo de que en vida vendió muchos a universidades de Estados Unidos como Texas y Princeton. De ahí que para la elaboración del libro se consultaran también esos fondos. Aunque la gran mina hayan sido, seguramente, los papeles que la madre del escritor poseía. Los mismos que el autor de Rayuela quería quemar y que Bernárdez conservó con esmero.
Así se explica que haya aparecido, por ejemplo, el Discurso del día de la Independencia, texto de 1938 donde el siempre brillante alumno, el abanderado de la clase (8,7 de nota media, según Álvarez), recitó a sus compañeros y profesores.
Otra perla temprana es el relato Los gatos, desde ya uno de los más antiguos que se conservan (enero de 1948) y en el que, para sorpresa de todos, demuestra ya una de las cualidades de sus cuentos importantes: la diégesis o "esa facilidad de Cortázar por hacer que el narrador salte de personaje sin que el lector se dé cuenta si no está muy atento", aclara el editor. El atributo del relato más sorprendente y "de una comicidad irresistible", según Bernárdez, se lo lleva el inédito Manuscrito hallado junto a una mano, sobre un melómano con dones insospechados. Uno de sus personajes es Pau Casals.
En cuanto al capítulo inédito de la novela Libro de Manuel, la hipótesis es que no fue incluido en el volumen "por redundante y por su alto contenido erótico".
En los cajones aparecieron también las tres historias de cronopios que quedaron sueltas (Never stop the press, Vialidad y Almuerzo, que fueron presentadas la semana pasada en edición de bibliófilo), así como los 11 nuevos episodios protagonizados por el poliédrico personaje de Un tal Lucas (1979), especie de álter ego de Cortázar. Lucas, las cartas que recibe y, sobre todo, Lucas, sus erratas (donde el susodicho se obsesiona con ellas, cree que degeneran en ratas y, para pillarlas, encarga a un miniaturista japonés una ratera especial) serían, en opinión de Álvarez, los más felices.
La amistad y bonhomía que caracterizaban a Cortázar le impedían negarse a escribir para y sobre sus amigos. Una decena de esos textos (sobre el sociólogo Ángel Rama, la cantante y actriz Susana Rinaldi...) se unen a otros 11 sobre sus otras grandes inquietudes: la pintura, la escultura y la fotografía. Aparecieron en revistas de todo calibre, calado y geografía.
La capacidad de ingenio de Cortázar ha desbordado a su viuda y al estudioso durante todo el proceso. Tanto, que se han visto obligados a abrir en el libro un capítulo con textos inclasificables, "puro Cortázar", fascinantes juegos verbales que llegan a la categoría de epigramas.
Como la metaliteratura iba intrínseca en el personaje, tampoco ha de sorprender que entre los papeles aparecieran cuatro autoentrevistas. En tres de ellas, quien interpela al escritor es un dúo sarcástico que relativiza todo lo que dice: los buscavidas porteños Calac y Polanco que Cortázar no se pudo sacar de encima desde que les hizo aparecer en la novela 62, modelo para armar.
Amén de 36 artículos sobre literatura, política, viajes i altri (su discurso del acto en que recibió la nacionalidad francesa, por ejemplo), el volumen se cierra (siempre en orden cronológico dentro de cada apartado), con 13 poemas inéditos. Una faceta que el cuestionamiento de sus allegados le hizo mantener en un falso limbo. Sin embargo, en 1956 se compró un mimeógrafo (un antecedente de las fotocopiadoras de hoy) y con él fue haciendo "copias manuales" de sus composiciones poéticas para sus amigos. Uno de esos juegos ha nutrido en buena parte el libro.
El valor de Papeles inesperados es, en opinión de quienes lo conocen, una aportación definitiva en lo humano y lo literario. "El arco vivencial de Cortázar aquí reflejado va desde principios de los años treinta hasta casi 1984; por eso nos permite ver desde el personaje más engolado al más lúdico, del Cortázar profesor de provincias al más político, comprometido y crítico", apunta Julia Saltzmann, editora responsable de Alfaguara en Buenos Aires. "Para mí es, junto con la correspondencia, el otro gran texto autobiográfico, donde se ve la formación de la persona y del escritor; del precortázar al Cortázar famoso", añade.
"Como hay textos de todos los géneros y todos los tiempos, se puede viajar de esa prosa grandilocuente juvenil del personaje, con un punto incluso cursi, a esa liberación retórica del castellano que personificó en uno de los casos más extraordinarios en la literatura del siglo XX", opina Álvarez. Y, para cuando en mayo aparezca el libro simultáneamente en Argentina y España, emplaza, como demostración, a la lectura de Un cronopio en México, una visita que el escritor realizó al país centroamericano en 1975.
Si bien nunca se puede decir nunca jamás, Álvarez no cree que puedan aparecer ya muchos inéditos cortazarianos. O sea, que da pocas esperanzas a que aparezca Soliloquio, la novela juvenil de 600 páginas, que, en cualquier caso, en ese manantial que fue la cómoda de París, no estaba.
Cuando fallece un escritor, tarde o temprano acaba saliendo una cómoda de alguna parte. La de Julio Cortázar (1914-1984) estaba tan llena de papeles que sus cinco cajones no se podían ni abrir. A duras penas lograron hacerlo, el 23 de diciembre de 2006, Aurora Bernárdez, viuda, albacea y heredera universal del autor argentino de 86 años, y Carles Álvarez, estudioso y loco cortazariano encantado con esa sorpresa.
Huelga decir que Álvarez dejó su trabajo en la Administración y se dedicó a ordenar los materiales, en estrecha colaboración con la viuda. Necesitó un año para hacer un inventario de 100 folios que reseñaban unos 750 objetos. "En los tres primeros meses salía a un inédito por día", dice Álvarez aún con incredulidad. El resultado será, en mayo, un libro impagable y de inevitable título, Papeles inesperados, que editará Alfaguara y cuyas credenciales son un festín de auténtico cronopio: 11 relatos nunca incluidos en obra alguna, un capítulo inédito de Libro de Manuel, 11 nuevos episodios del personaje que protagonizó Un tal Lucas, cuatro autoentrevistas, 13 poemas inéditos... En total, un volumen de unas 450 páginas, muchísimas inéditas. El mejor homenaje al autor a los 25 años de su muerte, que se cumplen el próximo jueves.
Sorprende que conservara estos papeles alguien que nunca les dio valor, hasta el extremo de que en vida vendió muchos a universidades de Estados Unidos como Texas y Princeton. De ahí que para la elaboración del libro se consultaran también esos fondos. Aunque la gran mina hayan sido, seguramente, los papeles que la madre del escritor poseía. Los mismos que el autor de Rayuela quería quemar y que Bernárdez conservó con esmero.
Así se explica que haya aparecido, por ejemplo, el Discurso del día de la Independencia, texto de 1938 donde el siempre brillante alumno, el abanderado de la clase (8,7 de nota media, según Álvarez), recitó a sus compañeros y profesores.
Otra perla temprana es el relato Los gatos, desde ya uno de los más antiguos que se conservan (enero de 1948) y en el que, para sorpresa de todos, demuestra ya una de las cualidades de sus cuentos importantes: la diégesis o "esa facilidad de Cortázar por hacer que el narrador salte de personaje sin que el lector se dé cuenta si no está muy atento", aclara el editor. El atributo del relato más sorprendente y "de una comicidad irresistible", según Bernárdez, se lo lleva el inédito Manuscrito hallado junto a una mano, sobre un melómano con dones insospechados. Uno de sus personajes es Pau Casals.
En cuanto al capítulo inédito de la novela Libro de Manuel, la hipótesis es que no fue incluido en el volumen "por redundante y por su alto contenido erótico".
En los cajones aparecieron también las tres historias de cronopios que quedaron sueltas (Never stop the press, Vialidad y Almuerzo, que fueron presentadas la semana pasada en edición de bibliófilo), así como los 11 nuevos episodios protagonizados por el poliédrico personaje de Un tal Lucas (1979), especie de álter ego de Cortázar. Lucas, las cartas que recibe y, sobre todo, Lucas, sus erratas (donde el susodicho se obsesiona con ellas, cree que degeneran en ratas y, para pillarlas, encarga a un miniaturista japonés una ratera especial) serían, en opinión de Álvarez, los más felices.
La amistad y bonhomía que caracterizaban a Cortázar le impedían negarse a escribir para y sobre sus amigos. Una decena de esos textos (sobre el sociólogo Ángel Rama, la cantante y actriz Susana Rinaldi...) se unen a otros 11 sobre sus otras grandes inquietudes: la pintura, la escultura y la fotografía. Aparecieron en revistas de todo calibre, calado y geografía.
La capacidad de ingenio de Cortázar ha desbordado a su viuda y al estudioso durante todo el proceso. Tanto, que se han visto obligados a abrir en el libro un capítulo con textos inclasificables, "puro Cortázar", fascinantes juegos verbales que llegan a la categoría de epigramas.
Como la metaliteratura iba intrínseca en el personaje, tampoco ha de sorprender que entre los papeles aparecieran cuatro autoentrevistas. En tres de ellas, quien interpela al escritor es un dúo sarcástico que relativiza todo lo que dice: los buscavidas porteños Calac y Polanco que Cortázar no se pudo sacar de encima desde que les hizo aparecer en la novela 62, modelo para armar.
Amén de 36 artículos sobre literatura, política, viajes i altri (su discurso del acto en que recibió la nacionalidad francesa, por ejemplo), el volumen se cierra (siempre en orden cronológico dentro de cada apartado), con 13 poemas inéditos. Una faceta que el cuestionamiento de sus allegados le hizo mantener en un falso limbo. Sin embargo, en 1956 se compró un mimeógrafo (un antecedente de las fotocopiadoras de hoy) y con él fue haciendo "copias manuales" de sus composiciones poéticas para sus amigos. Uno de esos juegos ha nutrido en buena parte el libro.
El valor de Papeles inesperados es, en opinión de quienes lo conocen, una aportación definitiva en lo humano y lo literario. "El arco vivencial de Cortázar aquí reflejado va desde principios de los años treinta hasta casi 1984; por eso nos permite ver desde el personaje más engolado al más lúdico, del Cortázar profesor de provincias al más político, comprometido y crítico", apunta Julia Saltzmann, editora responsable de Alfaguara en Buenos Aires. "Para mí es, junto con la correspondencia, el otro gran texto autobiográfico, donde se ve la formación de la persona y del escritor; del precortázar al Cortázar famoso", añade.
"Como hay textos de todos los géneros y todos los tiempos, se puede viajar de esa prosa grandilocuente juvenil del personaje, con un punto incluso cursi, a esa liberación retórica del castellano que personificó en uno de los casos más extraordinarios en la literatura del siglo XX", opina Álvarez. Y, para cuando en mayo aparezca el libro simultáneamente en Argentina y España, emplaza, como demostración, a la lectura de Un cronopio en México, una visita que el escritor realizó al país centroamericano en 1975.
Si bien nunca se puede decir nunca jamás, Álvarez no cree que puedan aparecer ya muchos inéditos cortazarianos. O sea, que da pocas esperanzas a que aparezca Soliloquio, la novela juvenil de 600 páginas, que, en cualquier caso, en ese manantial que fue la cómoda de París, no estaba.
Más tesoros
Si bien es posible que todas las cómodas
Si bien es posible que todas las cómodas
- Un corregido. Cortázar no consiguió corregir las pruebas de imprenta del poemario Salvo el crepúsculo antes de morir. El libro salió un mes después del fatídico día. Ahora, Alfaguara lanzará entre marzo y abril una edición a partir de los mismos manuscritos que fueron a imprenta; por lo visto, durante el proceso, algunos cronopios, tan propios de su autor, hicieron de las suyas.
- El doble de cartas. La correspondencia del escritor argentino reúne unas 780 misivas. Aunque hay interlocutores de la talla de Gabriel García Márquez, Octavio Paz e Italo Calvino, entre otros, Cortázar no guardó casi nada. Por suerte, los otros sí lo hicieron. Cómo no, Álvarez, editor de Papeles inesperados, en su labor de hormiga, ha hallado unas cuantas cartas más: en total... ¡875! El doble de las hasta hoy conocidas.
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