...El más reciente poemario de María Antonieta Flores (Elepsidra, 2013), una de las más vibrantes voces de la literatura naciona actual, es para el escritor Miguel Gómez un elemento que marca el proceso de transformación de la poesía venezolana de los últimos tiempos.
Por una parte, el Eros; por otra, la ética,
concebida como el conocimiento físico o afectivo, muy subterráneo, de un
personaje lírico fascinado por un “hombre” en quien el bien y el mal perseveran
y se socializan. Violencia (“en los besos masacres puntuales”), justicia (“los
ajusticiados siguen siendo miles”) y, en un sentido amplio del término,
política (“saben mis pies de las torturas”) son referentes entre los
cuales se desplaza una historia de amor desesperanzado, aunque no desesperado,
porque nos depara la serenidad de alguien que anímicamente crece e identifica
su “abandono” con una experiencia colectiva. Un par de versos que resumen
la totalidad del libro en el plano dramático: “el amor está bajo los grillos/en
algún sótano”; un par de versos que invocan la sabiduría profunda,
inconsciente, que nos transmite: “escrito en pequeñas láminas de piel/bajo los
olores firmes de la especie”. El relato de viaje traspasa cada poema sin que el
desplazamiento sea por fuerza físico: se siente más en la pasión con que los versos
adoptan una “poquita fe”. Desde ya podemos considerar fundamental la obra de
María Antonieta Flores en el proceso de transformación de la poesía venezolana
de los últimos tiempos. Sus diálogos no se emprenden con una modernidad que una
y otra vez nos ha traicionado, delatando a estas alturas su índole de
espejismo; el tesoro oculto de esta poesía se encuentra, por el contrario, en
todo aquello que nos hace creíbles, en particular, la irónica madurez del
desencanto.
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