... José Muñoz ilustra 'El perseguidor' de Cortázar en el 50 aniversario de su publicación
Tomado de El País
"Demasiado frágil para durar", como lo definió el trompetista Dizzy Gillespie. A Charlie Parker le bastaron 34 años de vida para renovar la estética del jazz y convulsionar la concepción que del estilo existía hasta los cuarenta. Cinco años después de su muerte, Julio Cortázar homenajeó su fugaz existencia con El perseguidor, relato centrado en la última época del impulsor del bebop, marcada por su autodestrucción obsesiva y la búsqueda constante de la belleza.
Medio siglo después de su publicación, se edita por primera vez una versión ilustrada de la novelita que ha embaucado a generaciones de aficionados, a cargo del dibujante José Muñoz (Buenos Aires, 1942), y editada por Libros del Zorro Rojo.
"Nunca he dejado de ilustrar a Cortázar aunque fue él quien primero me ilustró a mí. Fue un faro que me iluminó en mi juventud durante los 60", explica Muñoz, mientras señala algunos de sus dibujos, expuestos hasta el 7 de enero en la sala Sins Entido de Madrid.
Como Charlie Parker, Johnny Carter -el álter ego del cuento- se ve empujado a avanzar aunque nadie entienda qué es exactamente lo que persigue. Cortázar juega con otros elementos de la vida del saxofonista y transforma en París el Nueva York de sus últimos días; la heroína a la que es adicto, en marihuana; el éxtasis de la grabación en los estudios de Dial de Lover man, en una pieza llamada Amorous.
Muñoz reconoce la dificultad de ilustrar ese "diapasón enloquecido" que mueve a Johnny Carter, pese a que ya hizo un trabajo similar en 1992 con Billie Holiday. Entonces recreó junto al escritor y crítico de jazz Carlos Sampayo otra historia de vida veloz y muerte temprana.
Maestro del blanco y negro y ganador del gran premio del Festival de Angulema de 2007, una de las citas más prestigiosas del mundo del cómic, Muñoz traslada vida frenética del protagonista y el ritmo del bebop a sus dibujos, cargados de fuerza y expresividad. "Cuando hice las primeras ilustraciones me pareció que Parker había entrado en mi departamentito pequeño de París. Entonces una sensación interna me impidió dibujar durante un tiempo", recuerda el artista, que ha empleado un año en la veintena de ilustraciones que arropan su versión de El perseguidor.
La esencia de este relato la explicaba Cortázar casi al final de su vida: "El perseguidor es la pequeña Rayuela. En principio están ya contenidos allí los problemas de Rayuela. El problema de un hombre que descubre de golpe, Johnny en un caso y Oliveira en el otro, que una fatalidad biológica lo ha hecho nacer y lo ha metido en un mundo que él no acepta, Johnny por sus motivos y Oliveira por motivos más intelectuales, más elaborados, más metafísicos. Pero se parecen mucho. Johnny y Oliveira son dos individuos que cuestionan, que ponen en crisis, que niegan lo que la gran mayoría acepta por una especie de fatalidad histórica y social. Entran en el juego, viven su vida, nacen, viven y mueren. Ellos dos no están de acuerdo y los dos tienen un destino trágico porque están en contra. Se oponen por motivos diferentes".
¿Y qué diría ahora Cortázar de esta edición de El perseguidor? Muñoz cita a otros genios de la literatura argentina, lo que Borges dijo de Lugones, para exponer su punto de vista (y su deseo): "Me gustaría creer que le habría gustado".
Medio siglo después de su publicación, se edita por primera vez una versión ilustrada de la novelita que ha embaucado a generaciones de aficionados, a cargo del dibujante José Muñoz (Buenos Aires, 1942), y editada por Libros del Zorro Rojo.
"Nunca he dejado de ilustrar a Cortázar aunque fue él quien primero me ilustró a mí. Fue un faro que me iluminó en mi juventud durante los 60", explica Muñoz, mientras señala algunos de sus dibujos, expuestos hasta el 7 de enero en la sala Sins Entido de Madrid.
Como Charlie Parker, Johnny Carter -el álter ego del cuento- se ve empujado a avanzar aunque nadie entienda qué es exactamente lo que persigue. Cortázar juega con otros elementos de la vida del saxofonista y transforma en París el Nueva York de sus últimos días; la heroína a la que es adicto, en marihuana; el éxtasis de la grabación en los estudios de Dial de Lover man, en una pieza llamada Amorous.
Muñoz reconoce la dificultad de ilustrar ese "diapasón enloquecido" que mueve a Johnny Carter, pese a que ya hizo un trabajo similar en 1992 con Billie Holiday. Entonces recreó junto al escritor y crítico de jazz Carlos Sampayo otra historia de vida veloz y muerte temprana.
Maestro del blanco y negro y ganador del gran premio del Festival de Angulema de 2007, una de las citas más prestigiosas del mundo del cómic, Muñoz traslada vida frenética del protagonista y el ritmo del bebop a sus dibujos, cargados de fuerza y expresividad. "Cuando hice las primeras ilustraciones me pareció que Parker había entrado en mi departamentito pequeño de París. Entonces una sensación interna me impidió dibujar durante un tiempo", recuerda el artista, que ha empleado un año en la veintena de ilustraciones que arropan su versión de El perseguidor.
La esencia de este relato la explicaba Cortázar casi al final de su vida: "El perseguidor es la pequeña Rayuela. En principio están ya contenidos allí los problemas de Rayuela. El problema de un hombre que descubre de golpe, Johnny en un caso y Oliveira en el otro, que una fatalidad biológica lo ha hecho nacer y lo ha metido en un mundo que él no acepta, Johnny por sus motivos y Oliveira por motivos más intelectuales, más elaborados, más metafísicos. Pero se parecen mucho. Johnny y Oliveira son dos individuos que cuestionan, que ponen en crisis, que niegan lo que la gran mayoría acepta por una especie de fatalidad histórica y social. Entran en el juego, viven su vida, nacen, viven y mueren. Ellos dos no están de acuerdo y los dos tienen un destino trágico porque están en contra. Se oponen por motivos diferentes".
¿Y qué diría ahora Cortázar de esta edición de El perseguidor? Muñoz cita a otros genios de la literatura argentina, lo que Borges dijo de Lugones, para exponer su punto de vista (y su deseo): "Me gustaría creer que le habría gustado".
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