sábado, 7 de marzo de 2009

Un cuento


Última Noche

La última noche tocaron tres veces a la puerta.
Sylvia se levantó creyendo que él había regresado a casa. Sin saberlo se había creado la secreta esperanza de que su presencia le serviría para llegar hasta el amanecer. Se asomó a las escaleras vacías y supo que ese día tampoco vendría, tendría que aguantar sola.
En la cocina lo revisó todo una vez más. Los niños dormían, su libreta de trabajo estaba en blanco, las toallas colgaban de una silla, sus medicinas aguardaban sobre el mueble, la calle estaba en silencio y las horas pasaban tan lentamente. Debía entretenerse revisando que estuvieran abrigados, preparándoles su leche para la mañana, verificando que la puerta de la cocina estuviera bien cerrada, muy bien cerrada, que las toallas quedaran como quería junto a las ranuras, que las cosas estuvieran en orden para cuando llegara la enfermera a cuidarlos.
En lo que tardó más tiempo fue tratando de escribir. No encontraba las palabras precisas para dar sus instrucciones. Repitió varias veces la nota hasta que se dio cuenta de que estaba por comenzar la mañana. Ahora debía apurarse, ella pronto llegaría. Releyó la última versión mientras se tomaba las pastillas. Era clara y concreta, no podía aspirar a más.
Era tiempo de girar la manilla del horno. El gas saldría al fin y el sueño haría el resto.


Del libro Precisiones de Carmen Rosa Gómez

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