lunes, 22 de junio de 2009

Algunos poemas de José Emilio Pacheco

Tomado de Milenio

Cincuenta poemas en prosa forman "La edad de las tinieblas", uno de los libros con que José Emilio Pacheco celebra sus setenta años de edad —otro es Como la lluvia, de poemas en verso—. Este poemario, del que aquí ofrecemos una muestra con autorización de la Editorial Era, hace “desfilar ante nosotros el poder, la arrogancia, el afán de superioridad, la envidia y los deseos de gloria y de dinero reducidos a polvo. Y en contraste se alaban aquellos aspectos que vuelven habitable el mundo y tornan la vida en algo digno de ser vivido”.



La plegaria del alba

Hace milagros este amanecer. Inscribe su página de luz en el cuaderno oscuro de la noche. Anula nuestra desesperanza, nos absuelve de nuestra locura, comprueba que el mundo no se disolvió en las tinieblas como hemos temido a partir de aquella tarde en que, desde la caverna de la prehistoria, observamos por vez primera el crepúsculo.
Ayer no resucita. Lo que hay atrás no cuenta. Lo que vivimos ya no está. El amanecer nos entrega la primera hora y el primer ahora de otra vida. Lo único de verdad nuestro es el día que comienza.
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Filozoofía

Lección de una semana en el campo: los animales que nos benefician se resignan a nuestra ingratitud. El caballo, la vaca, el cerdo, el burro, la oveja, el cabrito, el cordero tienen mirada triste y bondadosa. En cambio los ojos del halcón irradian vivacidad, soberbia, alegría, confianza en sí mismo.
El halcón, modelo para la flecha, es la máquina de matar, el avión de combate, el misil tierra-aire. Ave de rapiña contra animal de carne y carga, los otros nos dan todo: el halcón sólo sabe dar muerte. Debe su orgullo al sentirse del lado del poder, entre los vencedores.
Seguro de cómo funciona el mundo y de quiénes ganan las guerras, el halcón me observa, me desprecia y alza el vuelo.
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Noche del insecto

En la noche del insecto hay un minuto en que se pregunta a qué sabrá sentirse humano. El tema no le interesa demasiado: se considera superior a nosotros. Es inmortal, no piensa en la muerte ni se imagina que ahora mismo voy a aplastarlo.
Ocupa con naturalidad un sector del mundo y una ración de tiempo. No se enreda en consideraciones filosóficas. Su Nada es un abismo del que nunca sabremos. Por eso en cada encuentro nos miramos con total desconfianza y mutua hostilidad.
Tengo miedo.

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