domingo, 25 de octubre de 2015

Acerca de la crónica

“La crónica es descripción y es invención del mundo (…) Sin invención no hay crónica, pero sin descripción tampoco y es en el equilibrio donde se verifica la condición literaria del género”,   Carlos Monsivais, escritor y cronista mexicano.



Muchos discuten a la hora de definir este género, porque se pasea entre lo periodístico y lo literario. Lo cierto es que permite contar historias reales incorporando recursos de estilo y de lenguaje que no suelen estar presentes en otra clase de piezas periodísticas.

Requiere una investigación y recopilación de hechos sobre los cuales será construido el texto.

Cuenta con las voces de los protagonistas de los hechos o con elementos de investigación que ayudan a darles voz.

Recrea la realidad, pero sin comprometer la veracidad de lo ocurrido. El cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos afirma “no debes reemplazar hechos con retórica”.

Quien escribe la crónica le abre la oportunidad al lector de sumergirse en lo que pasó, de acercarse al hecho, aunque le sea ajeno porque haya ocurrido en otras latitudes o en tiempos pasados, y esto es posible gracias a los detalles aportados, a la visión que se les da y a la manera como están escritos.

El lector debe comprender perfectamente el orden cronológico de los hechos, pero esto no limita al autor a narrar de manera lineal. 

No toda la información recopilada es valiosa para la crónica, puede que no aporte nada a la historia, pero se tiene que tener criterio a la hora de hacer esta decantación, porque no se pueden descartar datos que son vitales para que el lector entienda lo ocurrido: cómo pasó, dónde, cuándo y quiénes fueron los involucrados.

El escritor debe contar lo que pasó, esa es la esencia, pero antes de hacerlo necesita revisar la información de la que dispone y definir el foco que guiará su redacción para que esta fluya de forma que sea interesante para quien la lea. “¿Cómo lo cuentas, cómo lo visualizas? Ese es el reto. Tienes que tomar la decisión de cómo vas a guiar al lector, ya sea por un hecho, por el tiempo, por un espacio, por un personaje”, sostiene Jon Lee Anderson, cronista de The New Yorker.


La base de todo es la redacción correcta, no los adornos estilísticos. La belleza de la narración no puede atentar contra la claridad de las frases ni contra la precisión de lo que se cuenta, porque sería un error que la búsqueda de recursos expresivos distraiga al escritor de la historia que está contando.

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