Un novelista escribe una novela acerca de un novelista que escribe una novela acerca de...
Muchos años antes de que Andy Warhol
hiciera la primera exposición de su serie gráfica Latas de sopa Campbell, el 9
de julio de 1962 en Los Ángeles, ya otros creadores habían incorporado al mundo
de la cultura, de un modo distinto, las ilustraciones de los envases de
productos industriales.
Así, en 1928, el inglés Aldous Huxley
publicó en Londres la novela Point Counter Point (Contrapunto), en cuyo
capítulo XXII reproduce, entre otros, este fragmento de la libreta de apuntes
de su personaje el cerebral y misántropo novelista Philip Quarles: “Introducir
a un novelista en la novela. Él justificará las deliberaciones estéticas, que
pueden ser interesantes, al menos para mí. (…). Pero ¿por qué limitarse a un
solo novelista dentro la novela? ¿Por qué no un segundo dentro de la suya? ¿Y
un tercero en la novela del segundo? Y así sucesivamente hasta el infinito,
como en esos anuncios de Avena Quaker, donde se ve a un cuáquero sosteniendo
una caja de avena, en la cual se ve un dibujo de otro cuáquero sosteniendo otra
caja, en la cual, etc., etc. Hacia la décima imagen se puede tener a un
novelista contando la historia en símbolos algebraicos o en términos de variaciones
de la presión arterial, del pulso, de la secreción de las glándulas endocrinas
y de la duración de las reacciones”.
11 años después, el 2 de junio de 1939,
Borges escribió en la revista semanal El Hogar, de Buenos Aires: “Debo mi
primera noción del problema del infinito a una gran lata de bizcochos que dio
misterio y vértigo a mi niñez. En el costado de ese objeto anormal había una
escena japonesa; no recuerdo los niños o guerreros que la formaban, pero sí que
en un ángulo de esa imagen la misma lata de bizcochos reaparecía con la misma
figura y en ella la misma figura, y así (a lo menos, en potencia)
infinitamente”.
Como se ve, las dos referencias a estos dos
distintos objetos de consumo sirven para ejemplificar el tema del infinito;
pero no sólo eso: dado que el pasaje de Borges es el comienzo de un ensayo
titulado “Cuando la ficción vive en la ficción”, hay que decir que ambas tratan
sobre el recurso narrativo que André Gide llamó “puesta en abismo” y Vargas
Llosa “la caja china” o “la muñeca rusa”.
Curiosamente, pasados otra vez 11 años, la
lata de la avena Quaker volvió a ser tema de otro gran escritor, García
Márquez, quien el 24 de agosto de 1950 le dedicó su columna La Jirafa publicada
en El Heraldo. “El hombrecito de la avena” se titula el texto y en él se
refiere también (aludiendo incluso a la novela de Huxley) al carácter “abismal”
de la etiqueta de este producto, señalando que con ella los niños “se sienten
(…) al borde de la locura”, algo equivalente al “misterio y vértigo” de que
habla Borges. (22 años después, Cepeda Samudio recordó este texto ––y la
regresión infinita del cuáquero ‘gordiflón y sonriente’––en uno de Los cuentos
de Juana).
Huxley, Borges, García Márquez: otro tipo
de operación pop…antes del arte pop.
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