sábado, 23 de enero de 2010

Entrevista a Kenzaburo Oé


Tomado de El País
Buenas tardes, sensei". "Buenas tardes", responde en castellano Kenzaburo Oé (Ôse, 1935) a la entrada de su casa en Tokio. Dentro nos reciben con ternura su mujer, Yukari, y el primogénito de ambos, Hikari, compositor de renombre con discapacidad intelectual. Este hogar alberga buena parte del material físico y emocional que ha alimentado las novelas del premio Nobel de Literatura en 1994. Y es aquí donde nos recibe Kenzaburo Oé, aprovechando la publicación en castellano de su novela Renacimiento (Seix Barral). La obra, estupendamente acogida en Japón cuando se publicó en 2000, se centra en la relación entre Oé y su cuñado Yuzo Itami, actor y director de brillantes filmes como Tampopo, El funeral o Marusa no Onna, que se suicidó en 1997. Oé vuelve a mezclar realidad y ficción para rasguñar la conciencia del lector y continuar reflexionando sobre la condición humana y varios de los temas que conforman el leitmotiv de su literatura; la incomprensión, la violencia, la identidad de la nación japonesa, sus años de juventud en un remoto valle de la isla de Shikoku

... Renacimiento sirve además para perfilar la figura -poco conocida en el mundo hispanoparlante- de Juzo Itami, imprescindible cineasta cuya mirada humorística y emotiva desgranó como pocas han sabido los vicios y costumbres de Japón. Uno de sus filmes más conmovedores, Minbo no onna (1992), le costó una gravísima agresión -y continúas amenazas hasta el día de su muerte- por parte de miembros de la yakuza, molestos por el retrato que Itami hizo del crimen organizado nipón en la película. Oé desgrana en Renacimiento la historia que los une a ambos y el desgarro provocado por la súbita y poco aclarada desaparición de Itami y, ante todo, refleja la intachable dignidad de ambos creadores y de su entorno, atacados con virulencia desde hace años por las facciones más intolerantes del país. Esa misma resistencia, inquebrantable y pacífica, es la que Oé sigue desplegando con una sonrisa a sus 74 espléndidos años.


PREGUNTA. Renacimiento es la primera novela de una trilogía que usted comenzó hace casi una década. ¿Qué van a encontrar los lectores españoles en este primer volumen?

RESPUESTA. Es una gran alegría que se publique en español. Es el segundo idioma al que se traduce, tras el alemán. La edición que ha hecho Seix Barral es estupenda, pero lo que más me gusta es que le hayan puesto el título de Renacimiento. Es el título que le hubiera querido poner, aunque el que tiene en japonés y en la traducción al inglés -que se publica en primavera- es Changeling.

P. Ese título viene dado por Outside over there, un libro de Maurice Sendak que juega una parte importante en esta novela. ¿Por qué le ha gustado tanto un título que no guarda idéntica relación con el original?

R. Tengo un amigo al que conocí cuando tenía 16 años. En esa época yo quería estudiar matemáticas o física hasta que él me dijo: "Lo tuyo es la literatura. Y el cine, el dibujo, la música...". Él me inició en la creación artística, y eso me cambió para siempre. Este amigo se convirtió en una suerte de tutor y gracias a él conocí a la que ahora es mi esposa [Yukari Oé es hermana de Itami]. Más tarde, él se convirtió en un director de cine. Su nombre: Juzo Itami. Siempre hemos sido amigos y siempre he tenido una vida en pareja con esta persona.

P. De hecho, usted ha titulado esta trilogía como la de las "extrañas parejas".

R. Así es. En concreto parto de la idea de la seudopareja, un concepto que tomo prestado de un párrafo de El innombrable de Samuel Beckett. Itami y yo siempre hemos sido una pareja. Hasta que él se suicidó. Hasta entonces él vivía haciendo películas y yo publicando libros. Mi trabajo siempre ha tenido una faceta política y él nunca quiso saber nada de eso, así que llegó un momento en que ya no nos veíamos tan a menudo. Por eso cuando falleció empecé a recordar la juventud que vivimos juntos y a pensar en mi propia vida. Y aunque mi amigo no puede resucitar, lo que yo intentenacimiento. Y también el mío propio. Ése es el tema principal de esta obra. De ahí que me guste tanto el título en castellano. El día después de su muerte recibí un fax de Edward Said muy emotivo que me hizo pensar en todo esto. Más tarde leí el cuento de Sendak, y eso redondeó el punto de partida para Renacimiento.

P. Y Renacimiento sería la primera de una serie de tres novelas.

R. En efecto. Y en todas ellas el protagonista es un escritor llamado Kogito. La segunda obra de la trilogía se podría traducir como El niño de la triste mirada. Hace referencia al "caballero de la triste figura", porque en este caso narra la relación de Kogito, literato y moralista japonés, con el Don Quijote de Cervantes. El ten Quijote de Cervantes. El tercero se llama Adiós a mis libros, un canto a esta vida dedicada a la literatura.

P. Renacimiento es la primera en la que aparece su álter ego Kogito. ¿Por qué la referencia cartesiana?

R. En principio se trata de una broma. En la era de Meiji , mi bisabuelo fundó en mi aldea una escuela que aún existe. En la puerta principal colgaba un cartel en el que se leía "kogî", que viene a querer decir "la manera ortodoxa"; un concepto básico de la filosofía confucionista. El caso es que de niño me pusieron de apodo Kogî. Como no me gustaba, le dije a todo el mundo que me llamaran Kogito, por el Cogito ergo sum de Descartes. Empezando por eso, no hay duda de que el modelo de Kogito soy yo mismo.

P. ¿Y dónde termina Oé y empieza Kogito?

R. En la literatura moderna japonesa existe la llamada literatura watashi, la literatura del yo [watashi significa yo en japonés], en la que el autor habla de sí mismo y sólo de sí mismo. A grandes rasgos es algo como "yo soy así, en mi familia ocurrió esto, he tenido una aventura con esta geisha y fue asá...". Yo utilizo este modelo de watashi, pero en mi caso confluyen Kenzaburo Oé y Kogito. El modelo soy yo mismo y poco a poco voy introduciendo ficción. El resultado es que en todo Renacimiento no existe una sola línea en la que puedas decir "aquí termina Oé y aquí empieza Kogito". Ésta es una manera muy mía de escribir.

P. De todos sus álter egos, Kogito es el que más se ha prodigado en sus novelas. ¿Es el que más se ha acabado desligando de Oé?

R. Así es. Y creo que esto se percibe aún más en mi último libro, que se acaba de publicar en Japón. El título en castellano sería algo así como Muerte por agua, y se inspira en el de la cuarta parte del poema de T. S. Eliot La tierra baldía. En esta novela ha llegado un momento en que ya no sabía si estaba escribiendo sobre mí o sobre Kogito. Muchos jóvenes me dicen que mis libros son mediocres porque no tienen un clímax final debido a que Kogito no mata a nadie, no huye etcétera. (Ríe). Claro, yo les respondo que Kogito, al igual que yo, tiene que escribir, tiene que subsistir pese a ser un personaje. Es complicado. De todas maneras, con Muerte por agua Oé ya ha terminado de decir todo lo que ha querido decir a través de ese moralista que es Kogito. Como escritor, echo un vistazo a mi vida y pienso que soy una especie de moralista, al igual que Don Quijote o Sancho Panza. Continuamente me pregunto por la condición humana. Y creo que Cervantes también lo hacía. Y aunque yo no puedo definirme como un moralista oficial, siempre quiero introducir en mis libros la figura de un moralista que padece la era contemporánea. Éste es el tema principal de toda mi literatura. Cuando empecé esta trilogía tenía más de 60 años. Por eso pensé escribir esta obra sobre mí mismo y sobre el tiempo que he vivido en este país que llaman Japón.

P. Siempre ha dicho que su literatura es un acto de redención, tanto personal como ante su país. ¿Aún cree necesaria una redención de Japón?

R. Este tema es más fundamental que nunca para mí. Sigo cuestionándome los problemas de esta sociedad y sigo dudando sobre si el rostro democrático de Japón es suficientemente sólido, pese a que han pasado más de sesenta años desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Muerte por agua trata este tema. En la novela aparecen Kogito y su padre, que es un militar que se suicida justo antes de que concluya la guerra porque es incapaz de aceptar la rendición. Hay que recordar que antes de 1945 Japón era una sociedad fascista en la que el emperador era un dios que ostentaba toda la soberanía. Mi padre falleció en una situación parecida y lo interesante es que han pasado ya más de 64 años desde aquello y en mi familia no se ha hablado nunca de él. Kogito, al que nadie nunca le ha hablado tampoco de su padre, descubre una caja en la que están el diario de su padre, sus libros, sus cartas... Y él, que también es escritor, decide escribir la historia de su padre. Mi padre no era militar, pero era un fascista. Él y sus amigos militares creían en la necesidad de que el ejército diera un golpe de Estado para evitar que se perdiera la guerra. Incluso hablaban de matar al emperador y de suicidarse ellos. Creían que matando a este dios, al emperador, habría un nuevo renacimiento del país. Un nuevo emperador, una nueva nación. Nunca hubo tal levantamiento y el padre de Kogito se acaba suicidando. Se adentra en el bosque y se ahoga en el río.

P. Lleva usted unos años inmerso en demandas que han interpuesto contra usted asociaciones nacionalistas y familiares de militares imperialistas.

P. Ahora estoy a la espera de que la corte suprema se pronuncie sobre uno de estos juicios. Me han demandado asociaciones de ultraderecha que pretenden modificar los libros de texto, obviando los crímenes del ejército imperialista. Argumentan que mi libro periodístico Okinawa Notes [1970, inédito en español] no tiene fundamento. En él describo cómo el ejército obligó a unos 700 ciudadanos de Okinawa, entre los que había mujeres, niños y ancianos, a quitarse la vida. Todo porque los civiles ayudaron a construir bases militares en la isla y el ejército tuvo miedo de que alguno de ellos fuera capturado por los estadounidenses y les pasara información. Todo esto aparecía en los libros de texto, pero hace unos años estos y otros párrafos sobre la actuación del ejército se empezaron a retirar con el visto bueno del Gobierno. Lo increíble es que si yo pierdo este juicio es muy posible que desaparezcan estos hechos de los libros y a los niños se les cuenten una historia muy diferente.

P. ¿Cree que se acabará por imponer este olvido?

R. No lo sé. Pero si se impone, será una amnesia inducida. Los gobiernos de Japón están invitando a la gente a que olvide. Lo malo es que la izquierda, que puede luchar contra ello, ahora es demasiado débil en este país.

P. ¿Cree entonces que Japón aún debe escoger plenamente su identidad?

R. Creo que estamos en un momento histórico peligroso y que Japón tiene que escoger un camino. Por eso me invade el miedo ahora que estoy al final de mi vida
... Pero es fantástico que un periódico como EL PAÍS venga a entrevistarme porque para mí es un momento muy simbólico; acaba de salir mi último libro en Japón y los lectores españoles van a poder leer Renacimiento.

P. Creo que ambas lecturas constituyen una gran apuesta por el espíritu democrático y por la tolerancia.

R. Aún estamos ante una de nuestras primeras ocasiones para demostrar que la identidad democrática es la que queremos, porque después de todo esa identidad nació apenas en la posguerra. Creo que si los japoneses consiguen proteger la actual constitución democrática y pacifista, esa identidad saldrá ganando. Su artículo 9 estipula el rechazo a tener fuerzas armadas y resulta fundamental para mantener este espíritu, aunque muchos políticos y ciudadanos apuesten por cambiarlo. Hace seis años yo fui uno de los fundadores del movimiento a favor de conservar el artículo 9 junto al crítico y escritor Shuichi Kato y a otras siete personas. Ahora somos más de 7.000 afiliados. Es el único movimiento real que trabaja para proteger esta constitución. Éste es mi movimiento político y mi literatura está muy ligada a esto.

P. Por otro lado, también hizo una clara referencia a la Secta de la Verdad Suprema en Salto mortal, uno de sus últimos libros publicado en castellano. ¿Cree que la sociedad japonesa ha reflexionado lo suficiente sobre todo lo que pasó hace casi quince años?

R. Nada ha cambiado. Los ataques terroristas sirvieron de alarma para la sociedad japonesa. Nos alertaron de que estamos cerca de algo mucho peor. Pero el tema no se trató con el suficiente peso. Haruki Murakami escribió un libro muy necesario sobre el tema: Underground. Es estupendo.

P. Desde luego es un trabajo periodístico excelente, aunque aún está inédito en español.

R. Qué lástima. Murakami es un tipo interesante, lo conocí una vez durante una entrega de premios.

P. Su Kafka en la orilla me recuerda a sus descripciones de los bosques de Shikoku.

R. Es verdad. Lo que pasa es que mis libros no se venden ni una centésima parte de los suyos (ríe).

P. Ventas al margen, usted acaba de publicar Muerte por agua en Japón. No sería la primera vez que dice que éste va a ser su último libro.

R. Sí, lo he pensado muchas veces (ríe). A mis 74 años veo Renacimiento, y creo que ya no voy a poder escribir algo de semejante nivel. Para mí Muerte por agua es el final de una saga de cinco obras. Con este último puedo dar por cerrada la obra de mi vejez. Soy escritor y aún estoy vivo y es posible que me encuentre ante otra obra que quiera escribir. Me gusta mucho el Quijote y lo he leído muchas veces. Mucha gente ha escrito un Don Quijote. Günter Grass tiene su Tambor de hojalata, por ejemplo. Yo desde pequeño he tenido el sueño de escribir un libro en el que el protagonista diga "yo soy Cervantes" o "yo soy Don Quijote". Sin embargo, de momento yo sólo he escrito uno en el que el protagonista puede decir que se llama Kogito (ríe). Dentro de toda mi obra hay una persona, un personaje que está separado del resto. Y el modelo está ahí [señala a Hikari, que está detrás de nosotros, ojeando el periódico]. Si aún vivo tres años más, me gustaría escribir un libro en el que Eeyore [el nombre que Oé utiliza para los personajes basados en su hijo] explicara la historia contemporánea a través de sus ojos. Sería ficción, por supuesto. Al igual que el Oskar de Grass toca el tambor para darse a conocer, mi Eeyore tendría su música. Ahora que lo pienso, creo que existe la clara posibilidad de que un libro así vea la luz.

P. ¿Y qué hay de ese destino que los dos protagonistas de Renacimiento ven escrito en el poema Adieu de Rimbaud?

R. Ese destino no se ha hecho realidad. Cuando pienso en el verso "Entraremos en las espléndidas ciudades"... Nosotros no hemos llegado a poder vivir juntos ese renacimiento maravilloso del que hablo en la novela. Rimbaud es un punto de partida para la literatura moderna y, como Rimbaud, todos los grandes autores de la modernidad tienen algo que han perdido, algo que les falta. Todos escriben sobre un héroe que ellos no han podido ser, el mismo que yo no he podido ser. Y la forma inicial, el prototipo, es Don Quijote, de Cervantes. Él tenía un brazo inutilizado y le llamaban manco . Pienso que todos los grandes autores del siglo XX, desde García Lorca hasta Günter Grass, son mancos, les falta algo. En francés el verbo manquer indica un déficit en la persona, es muy significativo. Yo tengo tantas manques . Hace 46 años que vivo con mi hijo, que es deficiente. Y siento que ésa es mi gran manque. Él también es manco, pero él es mi héroe y a mí me gustaría que él fuera el héroe de esta nueva novela que ahora está en mi cabeza. En cualquier caso, yo no tengo ni un destino ni un talento tan grande como Cervantes (ríe). Yo de momento he venido hasta aquí agarrado del brazo con Kogito y es posible que antes de morir pueda mostrar al mundo un libro en el que aparezca su destino . Hace apenas tres semanas que presenté el nuevo libro en Japón. Y aún no le he dicho a nadie nada sobre este nuevo proyecto. Usted es el primero que lo escucha.

La conversación prosigue hasta bien entrada la tarde y discurre por los temas más diversos, desde la vida y milagros del pintor Tsuguharu Foujita y de Kiki de Montparnasse (y su supuesta falta de vello púbico), pasando por la obra de Alfonso Reyes, el sorprendente encuentro que Oé tuvo con Juan Rulfo o la amistad que le une a García Márquez y Vargas Llosa (cuya asistente cuando éste visitó Japón hace años, nos cuenta, emigró a España y ha acabado por ser la traductora de Renacimiento). Aún queda tiempo para que el maestro nos pasee por su despacho y nos muestre el grabado de Orozco que compró en los años sesenta o el objeto más caro de su casa, según cuenta entre risotadas, una lámpara de diseño que tiene como soporte un volumen del Quijote. Antes de marchar, Hikari nos despide con una sonrisa timorata y un "buenas tardes" en perfecto castellano antes de que Oé y su mujer, siempre riendo, nos acompañen hasta la puerta. Cuando ya llevamos cinco minutos caminando, el maestro nos interpela súbitamente al grito de "¡monsieur!".

Nos ha seguido en bicicleta para devolvernos un artículo que se nos ha olvidado en su casa. Segundos después, este ingenioso hidalgo de la isla de Shikoku se pierde pedaleando enérgicamente a lomos de su rocín metálico por la siguiente esquina.

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