martes, 20 de enero de 2009

Alejandro Rossi, una lengua para escribir

Caracas, abril de 2008

Cuando Octavio Paz le pidió que colaborara en la revista Plural tendió un puente que le permitió a este intelectual el tránsito de la filosofía a la literatura.

El cordón umbilical que une a Alejandro Rossi con Venezuela luce corto, pero firme. Lo suficientemente firme como para marcar el tono expresivo de su literatura pese a haber nacido en la italiana ciudad de Florencia (1932) y a haber anclado finalmente en México (1951), tras un intrincado viaje juvenil, de esos que marcan para siempre. Ser hijo de una venezolana parece ser la razón. Ser descendiente de José Antonio Páez, a través de ella, parece ser la otra.
Muchos intelectuales, incluyendo al propio Rossi, reconocen ese color venezolano en sus letras. Pero pudo haber escrito en cualquier otro idioma y no lo hizo. "Con la decisión de irme a México yo aposté por una lengua. Una lengua para escribir", dijo en una entrevista tras publicar Edén. Vida imaginada (2006). No en vano afirmaría en 2007 al diario El Mercurio "yo considero la patria en el sentido de los orígenes personales, no la patria legal o jurídica".
De pequeño, en su paso por Caracas, la literatura llegó a él. El poeta Eugenio Montejo ha descrito muy bien esta impronta, vivida a los diez años de edad, descifrando lo que Rossi escribió en sus Cartas credenciales (1999): "En una casa caraqueña, el niño recién llegado de Florencia, sentado en una silla mecedora, escucha la lectura que una desdentada Scherezade negra "con una voz baja y vagamente hipnótica" le hace nada menos que de Las mil y una noches. Reparemos, advierte Montejo, en el comentario retrospectivo de esa escena por parte de Rossi: "Me parece que ella se divertía y que le agradaba que yo la escuchara con esa atención de pájaro alerta que reconoce, por primera vez, el silbido de los suyos."
Alejandro Rossi filósofo, escritor, catedrático e investigador cuenta con una obra amplia y diversa. El Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde obtuvo su grado universitario y en donde es investigador emérito desde 1995, sostiene que Rossi fue introductor de la filosofía analítica en México. Publicaciones del área afirman que él fue fundamental en la formación de las posteriores generaciones de analíticos mexicanos.
Pero más allá de su quehacer como filósofo y de la rigurosidad de su labor, Rossi se dejó llevar por la literatura. Fue el propio Octavio Paz quien lo invitó a escribir en la revista Plural (1972). Este escritor lo describió como "la encarnación de la esencia misma de la civilización", y de la recopilación de esos primeros textos de Rossi saldría luego Manual del distraído (1978), su salto de la filosofía a las letras.
Una puerta se había abierto. Rossi luego sería miembro del consejo de redacción de Plural, cofundador y codirector de la revista Crítica, de la Revista Hispanoamericana de Filosofía, y miembro fundador y director interino de la revista Vuelta, entre múltiples colaboraciones en distintas publicaciones.
Se comenzaron a acumular los títulos en su haber, pero más larga podría resultar la lista de los reconocimientos que ha recibido. Basta destacar el Premio Nacional de Lingüística y Literatura (México, 1999), la Orden de Isabel la Católica de España (2002), la Orden Andrés Bello (1996) y el Doctorado Honoris Causa en la Universidad Central de Venezuela (2005). También pertenece al Colegio Nacional de México (1996).
Su obra, traducida al francés, al italiano y al alemán, es posible comprarla en el país hasta en esas páginas web de regalos de último minuto. Sin duda, más imprescindible de lo que algunos pueden pensar.

Carmen Rosa Gómez
El Universal

domingo, 4 de enero de 2009

Se detuvo el latido de la poeta Lydda Franco


Lydda Franco, Celsa Acosta y Eugenio Monjeto en la XI Semana Internacional de la Poesía (Foto: Carmen Rosa Gómez)

Caracas, martes 03 de agosto, 2004


La muerte, caramba, esa cosa tan ingrata, llegó una vez más a robarse un trozo de las letras venezolanas. El corazón de Lydda Franco Farías, la gran Lydda, perdió su larga lucha por la vida en la madrugada de este lunes.
Poeta esencial, de gran vitalidad, luchadora incansable, defensora de lo femenino y de lo cotidiano, Lydda Franco Farías no dejó que su padecimiento cardiaco debilitara su fuerza poética.
Nacida en Falcón, en 1943, se radicó en el Zulia, donde vivió hasta sus últimas horas.
Su trajinar por las letras nos deja una larga lista de títulos publicados, donde destacan Poemas circunstanciales, Summarius, Recordar a los Dormidos y Una.
De Una (1985) vale exaltar algunos de sus versos, que son vivo testimonio de su labor literaria.
UNA es tan sentimental

UNA es tan fiel tan perrunamente fiel

que asquerosamente fiel es UNA

UNA se asoma al espejo y comprueba lo que no es

sabe que cara va a poner/ que silencio va a arriar

que píldora de domesticidad va a tener que tragarse

qué anticonceptiva es UNA

UNA queda tendida

knock out

para reaparecer al día siguiente

pidiendo la revancha.
Con uno de sus grandes vestidos se presentó el pasado jueves 22 de julio en la XI Semana Internacional de la Poesía, en lo que sería su última lectura ante más de 400 personas. Allí, con un brazo en un cabestrillo y apoyada en su bastón, participó en un recital junto a autores como Luis Muñoz, de España; Alessandro Ceni, de Italia, y Tone Skrjanec, de Eslovenia.
Dedicó el recital, como todos en los que participó durante los últimos años, a su hija, la ausente pero siempre presente Mirna, con quien de seguro ya se reencontró.

Por Carmen Rosa Gómez
El Universal