domingo, 17 de mayo de 2009

La anunciada ausencia de Benedetti


Algunos llegaron incluso a decir que lo que Mario Benedetti hacía no era literatura. Muchos académicos lo desestimaban por simplista, quizá por lo extremadamente cercano que podía resultarle a cualquier lector desprevenido.
En lo más humilde de mis reflexiones creo que esa aproximación es precisamente el fin último de la literatura. Porque quien escribe lo hace para sí mismo, pero muy en el fondo de sus entrañas sabe que lo hace también para los demás. La mayor sinceridad con uno permite la máxima proximidad con los otros. A veces ese nexo se tiñe de preciosismos, de jugueteos locos con las palabras, de exhibicionismo puro... Otras veces, es tan simple como quien se para ante el espejo y se desnuda antes de darse una ducha. ¿Qué puede lograr una mayor conexión con los demás?
Sólo sé que Mario Benedetti logró esa máxima conexión. No me atrevo a decir si se trató del descubrimiento de una fórmula mágica para escribir o de un hondo trabajo creativo. Lo único que puedo afirmar a estas horas es que me pesa profundamente su silencio y que sólo me quedan sus textos para el reencuentro.

Por Carmen Rosa Gómez


Tomado de La Jornada
Montevideo. Gracias por el fuego podrían ser las palabras para despedir al escritor uruguayo Mario Benedetti, quien falleció este domingo (17 de mayo de 2009) en la capital de su país a los 88 años, informaron medios locales.
El autor de La Tregua (1960), que fue traducida a 13 idiomas y adaptada para el teatro y el cine, era uno de los escritores más apreciados por el público local y había sido dado de alta a principios de mes de un hospital privado por una enfermedad intestinal.
El poeta y novelista nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de Los Toros, aunque creció en Montevideo donde realizó sus estudios primarios.En 1949 publica su primer libro de cuentos Esta mañana, y dos años más tarde su primer novela Quien de nosotros.
Debido a la situación política de su país, se exilió primero en Argetina y años más tarde en Cuba y España.
En la docencia, se desempeñó como director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo.
Entre los galardones que recibió destacan el Reina Sofía de Poesía, Premio Jristo Botev de Bulgaria, por obra poética y ensayística. También en 1987, Amnistía Internacional lo reconoció con la Llama de Oro por Primavera con esquina rota.
Tuvo una breve aparición en la película El lado obscuro del corazón en donde personificó a un marinero quien en alemán recita sus propios poemas.
Los títulos más destacados de su obra son Gracias por el fuego (1965), Inventario I y II, Poemas de la oficina, Poesía de hoy por hoy, El cumpleaños de Juan Angel (1971), Pedro y el Capitán (1979) así como De insomnios y duermevelas.

Tomado de El País
"La vida es una máquina / para la que no hay respuestas / ni repuestos". Eso dicen unos versos de Máquina, un poema incluido en Testigo de uno mismo, el último libro de Mario Benedetti, publicado pocos días antes de su muerte y lleno, no ya de versos finales sino, como decía él mismo, gran futbolero, de "versos semifinales".

Puede que Benedetti supiera más de repuestos que de respuestas. De hecho, uno de sus muchos primeros trabajos lo consiguió en una empresa de recambios del automóvil. Recaló en ella después de dejar colgado el bachillerato y de pasar por el Liceo Alemán de Montevideo. También después de pasar penurias porque un falso amigo estafó a su padre, químico, vendiéndole una farmacia vacía. Fue en Tacuarembó, la capital del estado al que pertenece Paso de los Toros, el pueblo en el que nació Mario Benedetti en 1920.

En 1945 publicó su primer libro, La víspera indeleble, un poemario que nunca quisó reeditar. Contaba Benedetti que su visión de la lírica cambió al descubrír en Buenos Aires la poesía "sencilla y clara" de Baldomero Fernández Moreno. Hasta entonces, la poesía que se escribía en el Río de la Plata estaba tejida con un léxico de importación: "Los poemas estaban llenos de corzos y gacelas. Animales que aquí no hay", recordaba el autor de Poemas de la oficina (1956).

Puede que éste sea el libro en el que aparece ya madura la voz del Benedetti más conocido: sencilla, irónica, sentimental, como dicha en medio de una conversación. En un tiempo en el que la poesía parecía hecha para ser declamada engolando las esdrújulas en un campo de fútbol, el escritor uruguayo se unía al tono cercano de Nicanor Parra y Ernesto Cardenal. De esa pasta están hechos títulos como Noción de patria (1963), Poemas de otros (1974), Cotidianas (1979) y El olvido está lleno de memoria (1995). Esos libros le valieron en 1999 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más importante del género, pero, sobre todo, le valieron el fervor de un público que se identificaba con poemas amorosos como Corazón coraza, Hagamos un trato o Táctica y estrategia. Las canciones de Daniel Viglietti o Joan Manuel Serrat y un filme como El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, no hicieron más que multiplicar la fama del poeta más popular de América Latina después de Neruda.

Además de poesía, Mario Benedetti escribió de todo: artículos de periódico, ensayos, teatro y narrativa. En 1960 publicó La tregua, una novela adaptada para el cine por Sergio Renán que en 1977 optó al Oscar que terminaría llevándose Amarcord.

Su compromiso con la izquierda uruguaya le costó, tras el golpe de Estado de 1973, un exilio que le llevó a Cuba y de allí a España, después de ser expulsado de Perú por un policía que se quedó dormido mientras él hacía las maletas y, de paso, se deshacía de documentos comprometedores. Al despertar sólo acertó a decir: "Por favor, no se lo diga a mis jefes". Mario Benedetti tardó 10 años en volver a Uruguay. Hacía ya tiempo que había escrito que su noción de patria era "la urgencia de decir nosotros".


Cerrar los ojos
Cerremos estos ojos para entrar al misterio
el que acude con gozos y desdichas
así
en esta noche provocada
crearemos por fin nuestras propias estrellas
y nuestra hermosa colección de sueños
el pobre mundo seguirá rodando
lejos de nuestros párpados caídos
habrá hurtos abusos fechorías
o sea el espantoso ritmo de las cosas
allá en la calle seguirán los mismos
escaparates de las tentaciones
ah pero nuestros ojos tapados piensan sienten
lo que no pensaron ni sintieron antes
si pasado mañana los abrimos
el corazón acaso se encabrite
así hasta que los párpados
se nos caigan de nuevo
y volvamos al pacto de lo oscuro

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